Aquí, sentada en mi escritorio, en frente de mi
laptop, escuché la de Cama de piedra.
Otra y otra vez. Leyendo la
letra. (La que, por casualidad, contiene
más que una sola letra. <-- a bit of a bilingual joke.
Forgive me and my bromitas chistositas. I’m the type that laughs
hysterically at the corniest puns in the world.
Ask me sometime about the “mar on my horizon.”)
Esta es la línea que más me llamaba la atención:
“El día en que a mí me maten, que sea de cinco balazos”
Why five? ¿Algo
sentido relacionado con el pentagrama? ¿Algo
religioso que yo, por atea, no entendería?
¿Por qué no 500 balazos, como en esa canción más nuevecita? Obviamente hay alguna relación entre el
número cinco y el disparar de balas.
Bueno.
Yo me quedé aquí, con una imagen clara en mi mente, de
un hombre acostado sobre su tumba, agarrándose el pecho, con las manos llenas
de sangre, mirando tranquilamente hacia el cielo, cuando percebe que va llegando
una mujer. Sin decir ninguna palabra,
sin mirarlo directamente, ella tira florecitas frescas a la lápida. Él mueve la cabeza, siguiéndola con los ojos,
dándose cuenta de las flores viejas y marchitas ya presentes. Ella termina su trabajito, su tarea, y ya,
con una rapidez que lastima al hombre, se voltea para irse. Y mientras ella continúa en su camino hacia
cualquier lugar fuera de ahí, sólo pensando en la botella que la esperaba en la
casa, él agarra todas las flores que pueda con una sola mano (la otra
todavía sobre las heridas) y por mirarlas,
empieza a gimotear. Ayy ayyyy…
corazón… porque no amas…
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